Durante el proceso de creación la atención y sensibilidad hacia el cuerpo y hacia el momento presente se incrementa, permitiendo una mayor conexión con las sensaciones y emociones, lo que fomenta la expresión más fluida de pensamientos y sentimientos.  Además, se despierta y estimula la creatividad, lo que fortalece la autoestima, la capacidad de recuperación ante situaciones difíciles y la adquisición de un mayor conocimiento personal. Ayuda a conectar con la vitalidad, a experimentar el placer y a identificar los recursos personales y ponerlos al servicio de la vida. La obra permite externalizar el conflicto o problema y verlo desde fuera, así podemos dialogar con él y favorecer una mirada compasiva hacia la parte que está en conflicto.  Cuando la arteterapia se realiza en grupo, además podemos trabajar los vínculos con otras personas y ver que compartimos más cosas de lo que pensamos con el resto de personas, ver que no estás solo o sola en tu sentir, que a otras personas les han podido suceder cosas similares ya que el sufrimiento es propio de ser un ser humano. Esto es lo que conocemos como humanidad compartida.