Durante este tiempo, tanto los padres como los adolescentes experimentan una especie de duelo. Por un lado, los padres o figuras de referencia dejan de ser tan esenciales para sus hijos/as y deben aprender a acompañarles desde otro lugar, y estos a su vez están construyendo su identidad propia, dicen adiós a la infancia que ya nunca volverá y buscan menos refugio en sus padres. La toma de conciencia sobre aspectos muy trascendentales de la vida y las preguntas más  profundas y existenciales cobran mucha fuerza en esta etapa en la que hay muchas primeras veces para todo. El grupo de amistades se convierte en su principal refugio y a veces en un lugar que puede ser fuente de sufrimiento.  En este intento de diferenciación, los padres y madres debemos ir soltando y favoreciendo su autonomía, su identidad propia, sin olvidarnos de definir unos límites claros para la convivencia y las responsabilidades que corresponden a cada quien, con las libertades que nuestras hijas e hijos necesitan.